Ostinato

Yo: Dícese de aquel que trabaja y oposita al mismo tiempo.

A dos semanas del inicio de las pruebas, el opositor muta a ganado intelectual. Para conservar mi puesto de profesora de música interina, cada dos años debo una y otra vez, en estética Sísifo, presentarme a un concurso que superé favorablemente hace ya casi un lustro y en el que no conseguí plaza porque mi trayectoria profesional carecía de una década trabajada en el sector. Por esta razón, un resignado tribunal está obligado a escuchar de nuevo, a lo eterno retorno germano, mis insufribles discursos en jerga LOGSE-LOE y que Shostacovich no juega al fútbol y que... ¡hagamos una contrapunto-rave party, por Dios, que todos amamos a Bach!.

Es común a todas las convocatorias, que entre los opositores preocupe en demasía el aspecto de nuestras mejillas. Deben mostrarse agorafóbicas o poco "enmorenadas", no vaya a ser que el tribunal entienda que el plausible encierro nemotécnico no haya tenido lugar. Y vislumbro que así desea la administración que luzcan los profesores interinos de Madrid... Un año morenitos y al siguiente como flores en el ático. Pero eso sí, siempre bien patológicos y con neurótica obsesión, poverini, por la decena de míseras plazas que se dignan a ofertar para cientos de interinos laboralmente en activo.